Todos los negocios están expuestos a cierto nivel de riesgo financiero que puede afectar su patrimonio y capacidad de pago.
A continuación vamos a contarte qué es, los tipos que hay, cómo medirlo y qué acciones tomar para minimizarlo. ¡Seguí leyendo!
¿Qué es el riesgo financiero?
El riesgo financiero hace referencia a la posibilidad de que un emprendimiento tenga un rendimiento negativo de sus inversiones, como consecuencia de factores internos o externos.
Estos pueden ir desde cambios en el mercado, problemas legales, fallas en la gestión, mudanzas imprevistas en las tasas de interés, falta de crédito o liquidez, aumento de la competencia, inflación o inconvenientes políticos y sociales, entre otras posibilidades.
Este concepto está relacionado de manera directa con la rentabilidad de un negocio y permite analizar sus posibles pérdidas económicas y su potencialidad para hacer frente a los compromisos asumidos.
Si bien todas las inversiones conllevan algún tipo de riesgo financiero, es importante encontrar un punto de equilibrio entre los peligros asumidos y la necesidad de obtener mayores retornos.

Importancia de medir el riesgo financiero
Una gestión adecuada del riesgo financiero ayuda a resguardar el capital de una organización y garantizar su supervivencia a largo plazo.
A medida que el potencial de rendimiento de una inversión o negocio crece, también aumentan las chances de que dé pérdida. En ese contexto, es fundamental identificar los peligros asociados y tomar acciones correctivas para mitigar su impacto negativo.
Una de las claves para conseguirlo consiste en combinar diversas herramientas de medición y evaluación, con el fin de obtener un diagnóstico más preciso y prevenir las posibles situaciones de crisis.
Esto no solo protege la estabilidad económica de la compañía, sino que mejora su imagen ante el mercado, los clientes y los accionistas.
Tipos de riesgos financieros
Una empresa puede enfrentar diferentes tipos de riesgos financieros. Los principales son:
• El riesgo de crédito: ocurre cuando una de las partes de un determinado contrato no cumple con las obligaciones de pago previamente estipuladas. Esto causa un gasto adicional para la compañía, por ejemplo, en acciones de cobro a clientes morosos– y disminuye su flujo de caja.
• El riesgo de liquidez: se da cuando una empresa no logra convertir sus activos en dinero en efectivo de forma rápida para mantener su negocio operativo. Por ejemplo, un emprendimiento puede contar con un gran número de almacenes y un amplio stock de mercaderías disponible pero, como consecuencia de las bajas ventas, no consigue hacer frente a sus deudas y obligaciones a tiempo.
• El riesgo de mercado: sucede cuando una compañía sufre pérdidas como consecuencia de cambios en el sector financiero. Estos pueden incluir desde fluctuaciones en los precios de los activos, las materias primas, los bonos y las monedas extranjeras, hasta mudanzas en la oferta y la demanda, las tasas de interés y los patrones de consumo de los clientes.
• El riesgo legal: aparece cuando una nueva normativa o legislación afecta el rendimiento económico de una empresa o genera multas que dañan sus reservas. Por ejemplo, la sanción de un impuesto puede modificar el precio de un producto o servicio y perjudicar su competitividad.
• El riesgo operativo: surge por fallas en los procesos internos de la compañía, errores administrativos, fraudes financieros, problemas con los recursos humanos o una mala gestión de los proveedores. Para disminuir su impacto lo ideal es automatizar tareas y trabajar en la mejora continua de las operaciones.
• El riesgo país: es una métrica financiera que evalúa las posibles pérdidas en las inversiones como consecuencia de factores políticos, sociales y económicos propios de una región o de un gobierno inestable.
• El riesgo sistémico: ocurre cuando una determinada situación afecta a todo el sistema financiero en su conjunto. Por ejemplo, cuando una pandemia, una guerra o una recesión global genera una crisis que repercute en las bolsas, los bancos y las economías de todo el mundo.

¿Cómo medir el riesgo financiero?
Existen diferentes herramientas que se pueden utilizar para analizar el riesgo financiero y su posible impacto. Entre las más populares se encuentran:
- La desviación estándar: es una medida estadística que evalúa la volatilidad de un activo en relación con su valor promedio, en un período de tiempo determinado. Cuanto más cerca se encuentran los resultados de la media, más estables y previsibles son. Por el contrario, el riesgo financiero aumenta a medida que se incrementa la dispersión.
- El ratio de apalancamiento: este indicador analiza el nivel de deuda de una empresa en comparación con sus propios capitales y activos. Sirve para conocer la forma en que una compañía costea sus operaciones y evaluar su capacidad de cumplir con las obligaciones.
- El coeficiente beta: es un índice que compara la volatilidad de un activo con un indicador de referencia o con el mercado en su conjunto. Se usa para analizar el riesgo de un valor a factores macroeconómicos generales, como recesiones o pandemias, que afectan a todo el entorno.
- El ratio de sharpe: es una tasa que evalúa el retorno de una inversión en función del riesgo tomado. Sirve para detectar cuál es el rendimiento extra que se puede obtener por cada unidad de riesgo adicional asumida.
- El valor actual neto: el VAN es una métrica que analiza la rentabilidad de una inversión y su viabilidad a mediano y largo plazo. Para ello calcula los flujos de dinero que generará a futuro, descontando el costo del capital inicial aportado.
- El valor en riesgo: es una medida que estima la pérdida máxima probable de una inversión con un nivel de confianza específico, en un período de tiempo determinado. Se utiliza para identificar escenarios extremos y establecer límites a la exposición al riesgo.
- El margen de seguridad: este concepto financiero marca la diferencia entre el valor real e intrínseco de un activo y su precio de compra en el mercado. Se emplea para reducir el riesgo de determinadas inversiones, al protegerlas de cambios abruptos en la demanda, errores de cálculo o la aparición de eventos inesperados.
- El análisis de sensibilidad: esta herramienta de diagnóstico analiza cómo los cambios en determinadas variables influyen en los resultados finales de un proyecto o acción. Sirve para identificar riesgos financieros ante la modificación de ciertas circunstancias o escenarios específicos.
Ventajas y desventajas del riesgo financiero
Asumir riesgo financiero no siempre es malo para las empresas. Entre sus principales beneficios se encuentran:
• La posibilidad de obtener mayores retornos, al apostar por nuevos productos, mercados emergentes o tecnologías innovadoras.
• Impulsar la creatividad y la innovación dentro de la organización, al enfrentar desafíos mayores.
• Mejorar la competitividad y la adaptación a los cambios, al tomar decisiones más audaces, prepararse mejor para enfrentar imprevistos y fomentar la resiliencia.
Sin embargo, el riesgo financiero también tiene grandes desventajas, ya que aumenta las posibilidades de sufrir pérdidas económicas considerables. Esto puede afectar la reputación y la estabilidad de la compañía, hasta llevarla incluso a la quiebra.
Por otro lado, muchos de los peligros enfrentados dependen de factores externos a la organización, lo que dificulta aún más su control y manejo.

Consejos para minimizar el riesgo financiero
Hay muchas acciones que se pueden tomar para reducir el riesgo financiero. Para comenzar es necesario identificar los peligros potenciales y evaluar el impacto que podrían tener en el negocio.
Esto requiere un análisis de los datos históricos de la empresa y su contexto, para establecer patrones y tendencias de rendimiento y proyectar posibles escenarios futuros.
En base a ello, se deben planificar respuestas y acciones de contingencia y monitorear constantemente las operaciones para detectar anomalías.
Para minimizar el riesgo financiero también es clave:
• Definir un plan de negocios claro, con metas y tiempos de implementación bien definidos.
• Diversificar las inversiones y fuentes de ingreso para no depender de un único activo.
• Analizar constantemente las operaciones, el mercado, los movimientos de la competencia y el contexto económico para adelantarse a los posibles cambios.
• Reservar un fondo de emergencia que permita mantener el negocio operativo ante situaciones imprevistas, sin tener que salir a vender activos a precios desfavorables.
• Armar un presupuesto que sirva como hoja de ruta para las tareas y ayude a administrar los recursos.
• Implementar políticas eficientes de gestión de crédito y cobranza.
• Monitorear la contabilidad y el flujo de efectivo de la compañía a través de sistemas de gestión empresarial como Xubio.
Por último, para reducir el riesgo financiero es necesario gestionar las deudas de manera responsable y optimizar la utilización del capital disponible mediante una planificación adecuada.
En conclusión
El riesgo financiero es una parte inherente de la actividad económica de una empresa. Su evaluación y gestión son indispensables para proteger los activos, impulsar el crecimiento y minimizar los posibles daños.
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